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Año tras año siempre se ha calificado al conflicto de Medio Oriente como el conflicto más complejo del mundo; el más sensible, el más difícil, el menos comprendido, cuando por otro lado todos son expertos, todos opinan y acusan, todos proponen y analizan. Cuando a la hora de hablar sobre la guerra en Chechenia, Yugoslavia, Los Balcanes, Darfur o Somalia, a duras penas estos “expertos” dirán que han escuchado algo sobre eso y se nieguen a opinar por no tener un conocimiento sobre los hechos. En gran medida el motivo a esta incongruencia es muy sencilla: en la mayoría de los casos, muchos de estos especialistas en geopolítica no opinan simplemente porque no se le puede culpar a Israel. Sorprende que tanta gente opine tanto sobre algo de lo que no sabe nada.

 

A pesar de que quizás sea el conflicto más difícil de resolver, es también uno de los más fáciles de describir: Israel quiere existir y reconoce el derecho de los palestinos a tener su estado nacional. Sin embargo, los palestinos y algunos árabes y musulmanes  no reconocen el derecho a existir del Estado Judío de Israel. Todas las encuestas y estudios de opinión muestran que la mayoría de los palestinos no quieren que haya un Estado de Israel, no creen que deba existir o que tenga alguna base para hacerlo. Esto ha sido así desde 1947 cuando los británicos abandonaron su mandato y entregaron la solución a la diatriba de las Naciones Unidas, que resolvieron bajo la resolución 181 dividir el territorio en dos Estados: uno judío, quienes aceptaron y apoyaron la resolución aunque no les favorecía, y uno árabe, los cuales se negaron y se lanzaron en una invasión que ejecutaron contra el Estado judío que recién se formaba hace un día luego de dos mil años de espera, comenzando así un conflicto que perdura hasta nuestros días.

 

Creer, como muchos creen, que todos los problemas en Medio Oriente se reducen simplemente a la presencia de un factor no es más que una postura influenciada por sentimentalismos y pasiones carentes de racionalidad, concentrando toda la responsabilidad arbitrariamente a un sólo ente pretendiendo que el problema se solucionará eliminando al agente incómodo. Como si Israel se tratase de un elemento ilegítimo que al ser erradicado todos los males desaparecen, como si los demás estados de la región ocuparan con más de 2000 años de historia documentada en el lugar; como si ocuparan el puesto 36 en el Índice Mundial de Democracia; o como si cuando en Estados Unidos los negros aun no podían votar, ya tenían una mujer como Primer Ministro escogida democráticamente; como si contaran con la mejor educación del mundo según la OCDE. Estos son solo algunos de los innumerables ejemplos que sólo demuestran una cosa: Israel no es lo que está mal en Medio Oriente, Israel es lo correcto de medio Oriente.

 

Ahora bien, el primer paso para comprender un conflicto es entendiendo su naturaleza. Es falso que se trate de un conflicto territorial, histórico, o incluso un choque cultural. Simple y llanamente el conflicto árabe-israelí es un conflicto religioso. Y paso a explicarlo.

 

Por un lado, el islam percibe al mundo dividido en dos: una parte, sometida en el presente bajo dominio islámico y otra parte a someterse, supuestamente, en un futuro. La primera forma, es decir, donde el islam gobierna actualmente, es considerada Dar al-Islam o casa del Islam; y el resto del mundo se denomina Dar Al Harb, que significa casa de la guerra. El Islam no lo llama “casa de los no musulmanes”, sino que lo califica como “casa de la guerra”, que según su tradición será conquistada al final de los tiempos.

 

La segunda definición dicha, Dar al-Islam (que se conoce también como Dar al-Tawjid o Dar as-Salaam) es la zona donde moran las comunidades musulmanas, donde pueden profesar su fe en libertad, y en donde ha regido alguna vez la Shaariya (ley ortodoxa islámica). Este espacio es para ellos un lugar donde el poder no está en manos de los musulmanes y “conspira” contra sus intereses. Actualmente los islamistas suelen englobardentro de Dar al-islam a toda región habitada por musulmanes o que alguna vez lo hayan sido, incluyendo España, Portugal, Chipre, Grecia, Sicilia, Israel, o los Balcanes. Una de sus demandas religiosas se centra en recuperar estos territorios y volver a islamizarlos.

 

Religiosamente hablando, la totalidad de la Tierra de Israel no tiene mucha importancia para el Islam, sino que más que todo, su interés se centra en Jerusalén. La cual es la tercera ciudad más importante para esta religión al ser, según la tradición, el lugar desde donde el Profeta Mahoma subió al cielo al final de su historia.

 

Mientras que por el otro lado, del lado israelí o judío, el vínculo con la Tierra de Israel se remonta incluso a los inicios de esta religión. Desde que el Patriarca Abraham fue ordenado en el año 2000 a.e.c. por Di-s de dejar su ciudad natal –Ur-, actualmente ubicada en Irak, para dirigirse “A la tierra que Yo te mostraré” resultando ser nada más y nada menos que Israel. Donde posteriormente Joshua, el sucesor de Moisés, comenzó a establecer ahí el hogar nacional del pueblo judío hace más de 3000 años, Saúl fue ungido como primer rey hebreo proseguido por David y su hijo Salomón, hasta llegar al año 135 d.e.c. cuando el Emperador romano Adriano prohibió a los judíos ingresar a Jerusalén, iniciándose así el exilio político que culminó en 1967 con la reconquista de la ciudad en la Guerra de los Seis Días.

 

Aunque hay un punto importante que se debe resaltar: Jerusalén es mencionada directamente 697 veces en la biblia judía, mientras que no es citada ni una vez en el Corán.

 

Una vez definido la naturaleza religiosa de las raíces del conflicto se entiende por qué cada vez que los líderes se sientan a negociar, e incluso cuando se han firmado acuerdos, el conflicto más bien se agrava en lugar de solventarse. Y la razón de esto es muy sencilla. Si el asunto fuese territorial, con un simple intercambio más o menos proporcional de tierras como se ha planteado anteriormente se solucionaría. Pero al ser religioso ya todo el espectro cambia. Según la ley judía no existe nada más sagrado que la vida humana, por lo que entregar tierras para evitar así más víctimas, como se ha hecho en varias ocasiones, no tiene muchas oposiciones en la sociedad israelí o en las comunidades judías. Pero las víctimas deben evitarse realmente. Mientras que para el Islam la situación es distinta: para ellos la tierra es lo sagrado, y morir por la voluntad de Allah es más bien un honor y un anhelo.

 

Luego de haber explicado esto surge naturalmente la pregunta ¿entonces por qué sí se ha podido firmar la paz entre Israel Jordania o Egipto, o los tratados de Camp David? Y la respuesta a esto es la siguiente: por un lado los líderes con quienes Israel negoció estos tratados de paz fueron líderes que occidente los llamaría “moderados” o para el Islam “infieles”, que al tratar con el “enemigo” son colocados en el tope de su lista de objetivos militares, tal como sucedió con el presidente egipcio Nasser, asesinado por formar la paz con el ente sionista. Y obviamente los líderes palestinos no quieren correr con la misma suerte.

 

Por otro lado, hay también que recordar el término de la ley musulmana Al-Taqiyya, que consiste en un acto para disimular las creencias propias cuando uno teme por la vida, por las vidas de sus familiares o para preservar la fe, es decir, estas situaciones no sólo justifican, sino que abalan la mentira. A primera vista, el islam parece darle una gran importancia a la verdad pero lo cierto es que existen únicamente dos categorías en donde no se tolera la mentira: Una mentir contra Allah, o una mentira contra su profeta Mahoma. Formalmente, se puede mentir encuatro tipos de ocasiones: para salvar la vida; para efectuar una paz o una reconciliación; para persuadir a una mujer; y para no divulgar información certera sobre una cruzada, expedición o campaña militar santa. Pero sólo es permitido mentir si al decir la verdad se imposibilita alcanzar los objetivos de alguno de estos cuatro puntos.

 

Y precisamente este término legal del Islam, Al-Taqiyya, es el que el fallecido líder palestino Yasser Arafat invocó realizar en repetidas ocasiones a sus simpatizantes que le reclamaban el haber negociado o el haber hablado con el enemigo sionista. Por lo que el discurso cambia según el interlocutor. Lo que no se sabe es cuál de los dos es el certero.

 

Ahora, es ingenuo pensar que la creación de un Estado Palestino en Cisjordania pondrá fin al conflicto per se, sino que más bien podría agravarlo. La creación de un país llamado Palestina en Cisjordania no pondrá por símismo fin al conflicto. Desde 1948 hasta 1967 toda Cisjordania, Jerusalén incluida, estuvieron en manos árabes y eso no finalizó el conflicto, más bien lo empeoró con un incesante acoso y ataques a las comunidades judías radicadas en la línea verde de 1949 hasta que fueron liberadas por el ejército israelí en la Guerra 1967.

 

Sobre este tema es pertinente también aclarar un punto: cuando se hace referencia a Cisjordania como “territorios ocupados” se incurre en un error legal y semiológico.

 

Hablar de territorios ocupados infiere decir que un Estado beligerante se anexó violentamente un territorio que era soberanía de otro Estado ocupado y subyugado. En otras palabras, al hablar de que Cisjordania es unterritorio ocupado, se conlleva que Israel lo tomó violentamente de sus dueños soberanos, pero ¿de quién tomó Israel Cisjordania?

 

La respuesta no son los palestinos, de hecho ellos nunca han ejercido algún tipo de soberanía o dominio sobre alguna tierra, siquiera han tenido una moneda propia, cultura o datos históricos documentados. Por lo que ya se incurre en un problema al denominarlos nación, pero este no es el tema en cuestión.

 

De hecho, antes de que Israel ejerza soberanía absoluta sobre Cisjordania, ésta estaba en manos de Jordania, quien sí la conquistó en la guerra de 1948 y ni siquiera los países árabes aceptaron tal anexión. Anterior a ello fue dominada por el Imperio británico y el otomano. Por lo que cuando se habla de Territorios Ocupados, que infieren la existencia de un ente ocupante, un territorio definido y la entidad que resultó dominado o expulsado (la cual no existe ya que Jordania no tiene interés en regresar a ejercer soberanía ahí), se incurre en una manipulación del término. Es por esto que legalmente la forma correcta de definir a tales territorios es “territorios en disputa”. Además que a menudo se presenta la Línea Verde como frontera legalmente vinculante. Con la firma de un acuerdo de paz entre Israel y Jordania, han reconocido mutuamente la terminación del Acuerdo de Armisticio y sus fronteras. La validez de una línea de armisticio vence al expirar el armisticio. Por lo tanto, formalmente, ya no hay ninguna validez jurídica a la Línea Verde.

 

Pero el derecho internacional va más allá de esto. Existe una doctrina llamada Doctrina Julius Stone que establece: “Si un Estado ataca a otro y el Estado beligerantes pierde territorio, el ente que fue sujeto del acto beligerante tiene derecho de ejercer soberanía sobre el territorio conquistado como medio de equilibrio para y evitar la anarquía”. Y esto responde a quienes argumentan que, por ejemplo, el Golán es un territorio ocupado, el cual según esta doctrina legal Israel tiene total derecho y bases jurídicas para anexarlo a su territorio, ya que en varias resoluciones de las Naciones Unidas de 1967, tanto durante como posterior a la guerra, se reconoce a Israel como agredido.

 

Es mucho lo que se dice, se refuta y se contradice. Lo cierto es que todo lo que se dice es real. La verdad si no es absoluta no es verdadera. No puede haber medias verdades o dos verdades. Si la verdad deja de ser cierta es porque nunca lo fue. Que la persona, al ser un ser limitado, no pueda acceder a conocer la totalidad del suceso para reconocer la verdad, no quita que la verdad no sea certera y que lo que conozca la persona sea solamente una aproximación a ésta.

Es mucho lo que se dice

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